Hoy, mientras meditaba con mi café, me di cuenta de algo.
Cuando compré mi cafetera, pensé que mis mañanas iban a ser más especiales. Que el aroma del café recién molido iba a hacerme sentir diferente.
Pero no fue así.
Cuando tuve mi microondas, creí que mis comidas iban a ser más ricas, más reconfortantes.
Y tampoco fue así.
Cuando tuve mi auto nuevo, mi ropa soñada, o incluso ciertos vínculos…
Nada cambió realmente.
Me di cuenta de que pasé tanto tiempo proyectando felicidad en el futuro, pensando que cuando tenga eso voy a sentirme plena, que me olvidé de algo esencial:
💫 La plenitud no llega con las cosas, sino con la presencia.
Y no es que esté en contra de lo material —me encanta disfrutar de lo bello, de lo que me inspira—
pero ahora lo miro distinto.
Cada vez que uso esa cafetera, quiero hacerlo con gratitud.
Cuando me pongo cierta prenda, cuando comparto un café, cuando logro algo…
quiero estar ahí, sintiéndolo de verdad.
Porque entendí que no se trata de tener para disfrutar, sino de disfrutar para tener sentido.
Dejar de posponer la felicidad esperando el momento perfecto, el cuerpo perfecto, la relación perfecta.
Nada externo te cambia si vos no cambiás.
Y si un día todo desapareciera, solo lamentarías no haber estado presente cuando sí lo tenías.
El verdadero lujo no es lo que comprás,
sino cómo vivís lo que ya tenés. 🌿